19.9.08

Esteban Quito

Treinta y cinco largos años habían pasado... bueno, en realidad fueron treinta y cinco años normales, es sólo un decir, nada más. Esteban finalmente había aprendido a atarse los cordones, y por esa razón, ataba sus zapatos a todos los objetos inanimados que encontraba a su paso (Heladera, mesas, sillas, tucanes, escopetas, otro zapato, etc). Claro, llegó un momento en el que ya no tenía más zapatos para usar. Ya que al manual de atarse los cordones le faltaba la última página, sólo había aprendido a atarlos, no así, a desatarlos.
Así que fue de compras a la farmacia más cercana. Allí le atendió un hombre de aspecto diarreico, muy desgastado por sus años en el sótano y con un carácter sólo superado por un troll en estado de apareamiento.

-Tenés zapatos?
-Askdniej e'th falopa (Lo que significa: Pelotudo, esta es una farmacia)
-Uh, perdoná me confundí.
-Mecago'h nes utu Biejha (Todo bien. Prestá más atención la próxima vez.)
-Ok, pero tenés zapatos?

En ese momento, Ortodoncio, el dueño de la farmacia y rey de las tierras de Mujarkha (pero esa es otra historia para otro día), desenfundó su mortífero repasador y le apuntó a Esteban dispuesto a matar. Sus ojos parecían desorbitados, Esteban tenía sólo unos tres segundos antes de que la asquerosa criatura que se encontraba ante él le provocara grandes daños cerebroanales.
Con una rapidez nunca antes vista, Esteban tomó un ventilador de techo que se encontraba a su lado, (Ya que poseía la habilidad de caminar por los techos, burlando la ley de gravedad), y se lo aventó al mostrador de la farmacia, en el cual, entre otras cosas, se hallaba la caja fuerte con aproximadamente, cinco kilos de tomates, una docena de catorce huevos y un billete de un trillón de dólares.
Al caer la débil caja fuerte, esta colapsó y todo su interior cayó al suelo. De la nada, aparecieron dos personas de tes oscura (Negros), y tomaron la docena de huevos y tres kilos de tomates, dejando así, el trillón de dólares, y dos kilos de tomates.
Ortodoncio. Rápidamente, confeccionó un avión de papel con el billete de un trillón de dólares y lo lanzó a velocidades supersónicas, perforando las dos cabezas de ambos delincuentes.
En el momento que Ortodoncio caminaba rumbo a los negritos y se agachó para juntar sus pertenencias, Esteban supo que era su oportunidad, rápidamente, tomó tres cajas de preservativos y se dio a la fuga gritando ¡Viva Perón!, no antes de haberle introducido un metro de encaje negro por el recto al anciano dueño de la farmacia.

Ahora, Esteban ya sabe desatarse los cordones y lleva una vida tranquila y llena de colores. Este sábado dará una presentación a orillas del río Amazonas, para contribuír con los afectados por el huracán de violaciones producido el lunes pasado en Jamaica.

Sin más que decir, me despido con un gigantesco enema de dulce de leche en mis manos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja

Dr. dijo...

Me fascinan estos comentarios esporádicos.

Mipersona dijo...

Me cago en tu vieja jajajaja.
Eso no se me hubiera ocurrido en un millon de años.

Che saque el codigo de confirmacion,gracias por el consejo

Maxy13977 dijo...

Al menos se ríe como una persona normal... Ahora cuando se ríen parece que les agarrara un espasmo o un ataque epiléptico sobre el teclado: "alksjdlkasjdlkjas".
Muy interesante la historia de Esteban. Parece ser que luego de poder sacarse el metro de encaje negro, vino un negro y le encajo el metro... digo... luego de poder sacarse el metro de encaje negro, el anciano Ortodoncio se cambio el nombre a Laura y lleva una vida nocturna muy peculiar...

Dr. dijo...

Cuando se ríen de esa forma, tenés dos opciones:

- O le causó demasiada risa, y por eso le pifian a las teclas.

- O es posible que estés hablando con un flogger (Toque madera Doña Teresa).